Juan José Arreola - Balada
El gavilán que suelta en el aire la paloma
y gana las alturas con el estómago vacío;
el barquero que tira por la borda el cargamento
y recobra su línea de flotación;
el bandido que arroja la bolsa en su carrera
y se salva por piernas de la fortuna o de la horca;
el primitivo aeronauta que corta para siempre las amarras de su globo
y saluda y se despide desde la canastilla
agitando su sombrero de copa sobre la muchedumbre pedestre.
Todos me dicen:
mira tu paloma.
Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.
El que abriéndose las venas en la tina del baño
dio por fin rienda suelta a sus rencores;
el que cambió de opinión en la mañana llena de estupor
y en vez de afeitarse hundió la navaja al pie de la jabonadura
(afuera, en el comedor,
le esperaba el desayuno envenenado por la rutina de todos los días);
los que de un modo o de otro se mataron de amor o de rabia,
o los que se fueron por el ábrete sésamo de la locura,
me están mirando
y me dicen con la sonrisa extraviada:
mira tu paloma.
Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.
Mírala desde el vértice del amor propio,
girando en barrena, dándolo todo al diablo,
descendiendo con pocas alas y con mucho bodrio.
Mírala cumpliendo con la intima ley de su gravedad,
cayendo en la piara, enganchándose en los cuernos,
entrando por el hocico empedrado de colmillos,
yaciendo en los lomos calientes y desnudos.
Desplumada ya por las pinches,
espetada en el asador del cocinero indecente;
trufada de anécdotas para el regocijo de los bergantes
y el usufructo de los follones.
Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.
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y gana las alturas con el estómago vacío;
el barquero que tira por la borda el cargamento
y recobra su línea de flotación;
el bandido que arroja la bolsa en su carrera
y se salva por piernas de la fortuna o de la horca;
el primitivo aeronauta que corta para siempre las amarras de su globo
y saluda y se despide desde la canastilla
agitando su sombrero de copa sobre la muchedumbre pedestre.
Todos me dicen:
mira tu paloma.
Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.
dio por fin rienda suelta a sus rencores;
el que cambió de opinión en la mañana llena de estupor
y en vez de afeitarse hundió la navaja al pie de la jabonadura
(afuera, en el comedor,
le esperaba el desayuno envenenado por la rutina de todos los días);
los que de un modo o de otro se mataron de amor o de rabia,
o los que se fueron por el ábrete sésamo de la locura,
me están mirando
y me dicen con la sonrisa extraviada:
mira tu paloma.
Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.
Mírala desde el vértice del amor propio,
girando en barrena, dándolo todo al diablo,
descendiendo con pocas alas y con mucho bodrio.
Mírala cumpliendo con la intima ley de su gravedad,
cayendo en la piara, enganchándose en los cuernos,
entrando por el hocico empedrado de colmillos,
yaciendo en los lomos calientes y desnudos.
Desplumada ya por las pinches,
espetada en el asador del cocinero indecente;
trufada de anécdotas para el regocijo de los bergantes
y el usufructo de los follones.
Ya puedes ser del chivo, del puerco, del caimán y del caballo.
Juan José Arreola - Bestiario (1972).
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