War street - Eduardo Galeano
Esta frase pertenece al relato "Nueva York" de Eduardo Galeano. |
Desde principios del siglo veinte, las campanas mecánicas saludan el
principio y el fin de cada jornada en la Bolsa de Nueva York. Esos sones
rinden homenaje a la abnegada labor de los especuladores que timbean el
planeta, deciden el valor de las cosas y de las naciones, fabrican
millonarios y mendigos y son capaces de matar más gente que cualquier
guerra, peste o sequía.
El 24 de octubre de 1929, las campanas sonaron alborozadas como
siempre, pero ése fue el peor día en toda la historia de la catedral de
las finanzas. Su caída cerró bancos y fábricas, lanzó el desempleo a las
nubes y arrojó los salarios al sótano, y el mundo entero pagó la
cuenta.
El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Andrew Mellon, consoló a las víctimas. Dijo que la crisis tenía su lado positivo, porque así la gente va a trabajar más duro y va a vivir una vida más moral.