Olvidémonos para siempre...* - Cien años de Soledad
Los mejores relatos y frases de Gabriel García Márquez. |
Amaranta se sentía turbada por la
perseverancia, la lealtad, la sumisión de aquel hombre investido de
tanta autoridad, que, sin embargo, se despojaba de sus armas en la sala
para entrar indefenso al costurero. Pero durante cuatro años él le
reiteró su amor, y ella encontró siempre la manera de rechazarlo sin
herirlo, porque aunque no conseguía quererlo ya no podía vivir sin él.
Remedios, la bella, que parecía indiferente a todo, y de quien se
pensaba que era retrasada mental, no fue insensible a tanta devoción, e
intervino en favor del coronel Gerineldo Márquez. Amaranta descubrió de
pronto que aquella niña que había criado, que apenas despuntaba a la
adolescencia, era ya la criatura más bella que se había visto en
Macondo. Sintió renacer en su corazón el rencor que en otro tiempo
experimentó contra Rebeca, y rogándole a Dios que no la arrastrara hasta
el extremo de desearle la muerte, la desterró del costurero. Fue por
esa época que el coronel Gerineldo Márquez empezó a sentir el hastío de
la guerra. Apeló a sus reservas de persuasión, a su inmensa y reprimida
ternura, dispuesto a renunciar por Amaranta a una gloria que le había
costado el sacrificio de sus mejores años. Pero no logró convencerla.
Una tarde de agosto, agobiada por el peso insoportable de su propia
obstinación, Amaranta se encerró en el dormitorio a llorar su soledad
hasta la muerte, después de darle la respuesta definitiva a su
pretendiente tenaz:
-Olvidémonos para siempre -le dijo-, ya somos demasiado viejos para estas cosas...