Echar las cartas/1 - Mario Benedetti
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| La frase de la imagen NO pertenece a Mario Benedetti.  | 
  
Querida muchacha:
  No te extrañe que te llame así. A pesar de los años transcurridos, 
para mí seguís siendo la muchacha de entonces, la que atravesaba la 
Plaza de lunes a viernes, a las siete menos cuarto, cosechando las 
lúbricas miradas de los varones de la tarde. Todos te quitábamos con la 
imaginación el vestido floreado, aunque cada uno se quedaba con una 
revelación distinta.
  Nunca dejaré de agradecerle al doctor Anselmi la noche en que nos 
presentó en el café Gloria y luego se fue discretamente, dejándonos por 
primera vez a solas con nuestro mutuo asombro. Y allí empezó todo. Tres 
meses después tuve el privilegio de quitarte el vestido floreado (eran 
otras flores, claro) y encontré que superabas en mucho los prodigios de 
la intuición. Por suerte no eras perfecta, pero tu imperfección le 
otorgaba un signo irrepetible a mi enamoramiento.
  Te preguntarás por qué te cuento todo esto que sabés de memoria, por 
qué rememoro el origen de los tiempos, o sea de nuestro tiempo. Tal vez 
porque estoy solo frente al mar y evocarte es una forma de sobrellevar 
la soledad. Las golondrinas, veloces como nunca, pasan y repasan el aire
 en su estreno de la primavera, y a mi vez yo, lento como siempre, paso y
 repaso mis inviernos. No sé por qué miro las várices azules de mis 
tobillos, flacos y cansados, y admito lo que fui y también lo que quise 
ser y nunca fui. En cada invierno pasado está tu imagen, ese retrato 
encuadrado que me espera en la pared del fondo de mi estudio. Y de la 
colección de inviernos surge nítido aquel en que me dijiste: no va más.
