Eduardo Galeano - Los gamines
Esta frase pertenece al relato "El diablo es pobre" de Eduardo Galeano. |
Tienen la calle por casa. Son gatos en el salto y en el manotazo,
gorriones en el vuelo, gallitos en la pelea. Vagan en bandadas, en
galladas; duermen en racimos, pegados por la helada al amanecer. Comen
lo que roban o las sobras que mendigan o la basura que encuentran;
apagan el hambre y el miedo aspirando gasolina o pegamento. Tienen
dientes grises y caras quemadas por el frío.
Arturo Dueñas, de la gallada de la calle Veintidós, se va de su banda.
Está harto de dar el culo y recibir palizas por ser el más pequeño, el
chinche, el chichigua; y decide que más vale largarse solo.
Una noche de éstas, noche como cualquier otra, Arturo se desliza bajo
una mesa de restorán, manotea una pata de pollo y alzándola como
estandarte huye por las callejuelas. Cuando encuentra algún oscuro
recoveco, se sienta a cenar. Un perrito lo mira y se relame. Varias
veces Arturo lo echa y el perrito vuelve. Se miran: son igualitos los
dos, hijos de nadie, apaleados, puro hueso y mugre. Arturo se resigna y
convida.
Desde entonces andan juntos, patialegres, compartiendo el peligro y el botín y las pulgas. Arturo, que nunca habló con nadie, cuenta sus cosas. El perrito duerme acurrucado a sus pies.
Y una maldita tarde los policías atrapan a Arturo robando buñuelos, lo arrastran a la Estación Quinta y allí le pegan tremenda pateadura. Al tiempo Arturo vuelve a la calle, todo maltrecho. El perrito no aparece. Arturo corre y recorre, busca y rebusca, y no aparece. Mucho lo llama y nada. Nadie en el mundo está tan solo como este niño de siete años que está solo en las calles de la ciudad de Bogotá, ronco de tanto gritar.