El otoño del patriarca* - Gabriel García Márquez


Las mejores novelas y frases
de Gabriel García Márquez.


 
[...] Atormentado por el recuerdo de la brasa de la mano de Manuela Sánchez en su mano, soñando con vivir de nuevo aquel instante feliz aunque se torciera el rumbo de la naturaleza y se estropeara el universo, deseándolo con tanta intensidad que terminó por suplicar a sus astrónomos que le inventaran un cometa de pirotecnia, un lucero fugaz, un dragón de candela, cualquier ingenio sideral que fuera lo bastante terrorífico para causarle un vértigo de eternidad a una mujer hermosa, pero lo único que pudieron encontrar en sus cálculos fue un eclipse total de sol para el miércoles de la semana próxima a las cuatro de la tarde mi general, y él aceptó, de acuerdo, y fue una noche tan verídica a pleno día que se encendieron las estrellas, se marchitaron las flores, las gallinas se recogieron y se sobrecogieron los animales de mejor instinto premonitorio, mientras él aspiraba el aliento crepuscular de Manuela Sánchez que se le iba volviendo nocturno a medida que la rosa languidecía en su mano por el engaño de las sombras, ahí lo tienes, reina, le dijo, es tu eclipse, pero Manuela Sánchez no contestó, no le tocó la mano, no respiraba, parecía tan irreal que él no pudo soportar el anhelo y extendió la mano en la oscuridad para tocar su mano, pero no la encontró, la buscó con la yema de los dedos en el sitio donde había estado su olor, pero tampoco la encontró, siguió buscándola con las dos manos por la casa enorme, braceando con los ojos abiertos de sonámbulo en las tinieblas, preguntándose dolorido dónde estarás Manuela Sánchez de mi desventura que te busco y no te encuentro en la noche desventurada de tu eclipse, dónde estará tu mano inclemente, dónde tu rosa, nadaba como un buzo extraviado en un estanque de aguas invisibles en cuyos aposentos encontraba flotando las langostas prehistóricas de los galvanómetros, los cangrejos de los relojes de música, los bogavantes de tus máquinas de oficios ilusorios, pero en cambio no encontraba ni el aliento de regaliz de tu respiración, y a medida que se disipaban las sombras de la noche efímera se iba encendiendo en su alma la luz de la verdad y se sintió más viejo que Dios en la penumbra del amanecer de las seis de la tarde de la casa desierta, se sintió más triste, más solo que nunca en la soledad eterna de este mundo sin ti, mi reina, perdida para siempre en el enigma del eclipse, para siempre jamás, porque nunca en el resto de los larguísimos años de su poder volvió a encontrar a Manuela Sánchez de mi perdición en el laberinto de su casa, se esfumó en la noche del eclipse mi general [...]


*Fragmento

Lo realista del realismo mágico - Nota de Marieta.

En "Bestiario Tropical", Alfredo Iriarte, nos cuenta cómo este Patriarca tiene un poco de todos los patriarcas latinoamericanos. Este apartado, por ejemplo, se basa en Rafael Leonidas Trujillo: cierta vez pasó por Santo Domingo un Huracán. Después de tres días de destrozos, El "Generalísimo" Trujillo habló por radio, y en su discurso declaró al fenómeno como "persona no grata" y le dio 24 horas para abandonar la isla. Por razones meteorológicas, el huracán se fue, con lo que el general fue proclamado "Domador de los huracanes y corregidor de los errores de Dios"... al Patriarca del Otoño, Gabo lo proclama:  Corregidor de los huracanes, los eclipses y otros errores de Dios.

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