Eduardo Galeano - Fundación de la tristeza
Los mejores relatos y frases del libro "Espejos" de Eduardo Galeano. |
Montevideo no era gris. Fue agrisada.
Allá por 1890, uno de los viajeros que visitaron la capital de Uruguay
pudo rendir homenaje a la ciudad donde triunfan los colores vivos. Las
casas tenían, todavía, caras rojas, amarillas, azules...
Poco después, los entendidos explicaron que esa costumbre bárbara no
era digna de un pueblo europeo. Para ser europeo, dijera lo que dijera
el mapa, había que ser civilizado. Para ser civilizado, había que ser
serio. Para ser serio, había que ser triste.
Y en 1911 y 1913, las ordenanzas municipales dictaron que debían ser
grises las baldosas de las veredas y se fijaron normas obligatorias para
los frentes de las casas, donde sólo será permitida la pintura que
imite materiales de construcción, como ser arenisca, ladrillo y piedras
en general.
El pintor Pedro Figari se burlaba de esta estupidez colonial:
-La moda exige que hasta las puertas, ventanas y celosías se pinten
de gris. Nuestras ciudades quieren ser Parises... A Montevideo, ciudad
luminosa, la embadurnan, la trituran, la castran...
Y Montevideo sucumbió a la copiandería.
En aquellos años, sin embargo, Uruguay era el centro latinoamericano de
la audacia y probaba con hechos su energía creadora. El país tuvo
educación laica y gratuita antes que Inglaterra, voto femenino antes que
Francia, jornada de trabajo de ocho horas antes que los Estados Unidos y
ley de divorcio setenta años antes de que la ley se restableciera en
España. El presidente José Batlle, don Pepe, nacionalizó los servicios
públicos, separó la Iglesia del Estado y cambió los nombres del
almanaque. La Semana Santa todavía se llama, en el Uruguay, Semana de
Turismo, como si Jesús hubiera tenido la mala suerte de ser torturado y
asesinado en una fecha así.