Eduardo Galeano - La ciudad (9)
Los mejores relatos y frases de la novela "La canción de nosotros" de Eduardo Galeano. |
Alguien quedará, para recordarlo así:
Había quienes morían de frío, en los
portales de las iglesias o en las canteras del parque, frente a la
playa; había quienes aparecían abandonados entre las rocas, con los
huesos rotos y la carne reventada por el plomo. Un hombre atado
escuchaba los aullidos de su hija, mientras la partían por la mitad en
el cuarto de al lado. Los presos reconocían a los verdugos por las voces
y los olores y las maneras de pegar.
Descubríamos que sentíamos miedo, y eso
nos llenaba de asombro y de vergüenza. La ciudad vivía con el aliento
cortado. El aire estaba envenenado por la desconfianza: se hablaba en
voz baja, las voces no tenían eco, las voces no coincidían con las
caras. Estar libre resultaba sospechoso, pero nos encontrábamos sueltos y
vivos y nos daban ganas de felicitarnos. Los niños dibujaban túneles y
animalitos que escapaban por los túneles. Se hacía el amor como si no
fuera a repetirse nunca: “Si caigo y no me matan, voy a mandarte cartas
debajo de la lengua de alguien”. Decir: “Hasta la semana que viene”, era
una estupidez. Pensaste, dijiste, dudaste: alguien murmuraba tu nombre
antes de desmayarse: reconocías el reloj de tu mejor amigo en la muñeca
del soldado que entraba a detenerte.
Los días no se tomaban unos a otros de la mano, no se abrían paso en fila india, amablemente, lento flujo de aceite del tiempo, ida y vuelta, va y viene, no: los días se atropellaban y se montaban unos sobre otros y caían al vacío con las piernas enredadas: zumbaban, atacan, acosan: naciste mañana, morirás ayer: dijiste dirás adiós: amor o miedo ardiendo en esos ojos que me miraron la próxima última vez.