Eduardo Galeano - Memoria del vuelo*
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Hace ya unos cuantos años, en mis tiempos de exilio en la costa catalana, escuché un estimulante comentario de una niña, de ocho o nueve años, que si mal no recuerdo se llamaba Soledad.
Estábamos echando unos tragos con sus padres, exiliados como yo, cuando esa amorosa criatura me llamó aparte y me preguntó:
–¿Y vos qué hacés?
–Y... yo... escribo.
–¿Escribís libros?
–Y... sí.
–A mí no me gustan los libros –sentenció ella.
Y como me tenía contra las cuerdas, golpeó.
Dijo:
–Los libros están quietos. A mí me gustan las canciones. Las canciones vuelan.
Desde mi encuentro con aquel angelito de Dios, he intentado cantar.
Nunca pude, ni en la ducha. Cada vez que lo intento, los vecinos gritan
que ese perro se deje de ladrar.
Soy un incomprendido. Y peor: un incomprendido envidioso.
Quiero confesar públicamente que yo envidio a Joan Manuel Serrat.
Y para más inri, estoy condenado a escucharlo un día sí y otro también, porque el Destino cruel nos ha hecho muy amigos.
Y por si eso fuera poco tormento, ahora los compañeros del semanario
Brecha, aventureros de la aventura que comparto, han elegido, hemos
elegido, a Joan Manuel Serrat para que sea el primer galardonado con el
premio “Memoria del fuego”.
El premio se llama así, pero también podría llamarse “Memoria del
vuelo”, cuando se está entregando al autor de tantas canciones
volanderas, que de boca en boca andan por los caminos del mundo.
Quiero decirte, querido Joan Manuel, que este premio tiene cuerpo: es
esta obra que te estamos ofreciendo, creada especialmente por un gran
artista nuestro, Octavio Podestá, mago de la chatarra, que es capaz de
hacer que el hierro vuele, como vuelan las canciones que le gustaban a
la niña aquella que amablemente me echó un balde de agua fría.
Y quiero decirte que el premio es también para el poeta que está viajando contigo. Has venido muy bien acompañado.
Mejor, imposible. El poeta se llama Miguel Hernández, y es otro mago del
vuelo. Un tal Franco lo tenía preso en una cárcel de España. Hay
quienes dicen que en esa cárcel murió, pero quienes lo dicen están mal
informados. Miguel Hernández se fugó, arrancado por sus versos que
atravesaron los barrotes y lo entregaron al viento. Y ahora está aquí
contigo, Joan Manuel, y por tu boca canta, para que sus palabras, que
nunca estuvieron quietas, vuelen dos veces.
Bienvenidos sean, Miguel, Joan Manuel; abrazados sean, por esta tierra que los quiere.
* Palabras pronunciadas en la ceremonia de premiación de Joan Manuel Serrat por el semanario Brecha de Montevideo en 2010. (Nota tomada de Página/12).