La nacionalización del petróleo - Eduardo Galeano
Al norte de Tampico, el petróleo mexicano pertenece a la Standard Oil. Al
sur, a la Shell. México paga caro su propio petróleo, que Europa y Estados
Unidos compran barato. Las empresas llevan treinta años saqueando el subsuelo y
robando impuestos y salarios cuando un buen día Cárdenas decide que México es
el dueño del petróleo mexicano.
Desde ese día, nadie consigue pegar un
ojo. El desafío despabila al país. Inmensas multitudes se lanzan a las calles
en manifestación incesante, llevando en hombros ataúdes de la Standard y la
Shell, y con música de marimbas y campanas los obreros ocupan los pozos y las
refinerías. Pero las empresas se llevan a todos los técnicos, amos del
misterio, y no hay quien maneje los indescifrables tableros de mando. La
bandera nacional flamea sobre las torres silenciosas. Se detienen los taladros,
se vacían las tuberías, se apagan las chimeneas. Es la guerra contra las dos
empresas más poderosas del planeta y sobre todo la guerra contra la tradición
latinoamericana de la impotencia, la colonial costumbre del no sé, no puedo.