«Todo es de todos» - Eduardo Galeano
dice Teodoro Flores, indio mixteco, héroe de tres guerras.
—¡Repítanlo!
Y los hijos repiten: Todo es de todos:
Teodoro Flores ha defendido a México contra los norteamericanos, los
conservadores y los franceses. El presidente Juárez le dio por premio
tres fincas, con buena tierra. Él no aceptó.
—La tierra, el agua, los bosques, las casas, los bueyes, las cosechas. De todos ¡Repítanlo!
Y los hijos repiten.
Abierta al cielo, la azotea está casi a salvo del olor a mierda y a
fritanga, y hay casi silencio. Aquí se puede tomar el fresco y
conversar, mientras en el patio de abajo los hombres disputan una hembra
a cuchilladas, alguien llama a gritos a la Virgen y los perros aúllan
trayendo muerte.
—Cuéntenos de la sierra —pide el hijo menor.
Y el padre cuenta cómo se vive en Teotitlán del Camino. Allí trabajan
los que pueden y se reparte a cada cual lo que necesita. Está prohibido
que nadie tome más de lo que necesita. Eso es delito grave. En la sierra
se castigan los delitos con silencio, desprecio o expulsión. Fue el
presidente Juárez quien llevó la cárcel, que allá no se conocía. Juárez
llevó jueces y títulos de propiedad y mandó dividir la tierra común:
—Pero nosotros no hicimos caso a los papeles que nos dio.
Teodoro Flores tenía quince años cuando aprendió la lengua castellana.
Ahora quiere que sus hijos se hagan abogados, para defender a los indios
de las artimañas de los doctores. Por eso los trajo a la capital, a
esta pocilga estrepitosa, a malvivir amontonados entre hampones y
mendigos.
—Lo que Dios creó y lo que el hombre crea. Todo es de todos ¡Repítanlo!
Noche tras noche, los niños lo escuchan hasta que los voltea el sueño.
—Nacemos todos iguales, encueraditos. Somos todos hermanos ¡Repítanlo!
7 de agosto de 1900
Ciudad de México
Ciudad de México
Los Flores Magón
Navega el pueblo en ríos de pulque, mientras repican las campanas y
retumban los cohetes y centellean los cuchillos entre las luces de
bengala. La multitud invade la Alameda y otras calles prohibidas, zona
sagrada de las damas de corsé y los señores de jaqué, con la Virgen en
andas. Desde su alto barco de luces, las alas de la Virgen amparan y
guían.
Hoy es el día de Nuestra Señora de los Angeles, que en México dura una
semana de verbenas, y al borde de la violenta alegría del pueblo, como
queriendo merecerla, nace un periódico nuevo. Se llama Regeneración. Hereda los fervores y las deudas de El Demócrata, cerrado por la dictadura. Jesús, Ricardo y Enrique Flores Magón lo escriben, lo editan y lo venden.
Los hermanos Flores Magón se crecen en el castigo. Desde que el padre
murió, vienen alternando la cárcel con los estudios de Derecho, los
trabajitos de ocasión, el periodismo peleador y las manifestaciones
callejeras de pedradas contra balazos.
—Todo es de todos —les
había dicho el padre, el indio Teodoro Flores, aquella cara huesuda
alzada entre las estrellas, y mil veces les había dicho: ¡Repítanlo!
20 de noviembre de 1922
Leavenworth
Por seguir creyendo que todo es de todos
Ricardo, el más talentoso y peligroso de los hermanos Flores Magón, ha
estado ausente de la revolución que tanto ayudó a desatar. Mientras el
destino de México se jugaba en los campos de batalla, él picaba piedras,
engrillado, en una cárcel norteamericana.
Un tribunal de los Estados Unidos lo había condenado a veinte años de
trabajo forzado por haber firmado un manifiesto anarquista contra la
propiedad privada. Varias veces le ofrecieron el perdón, si lo pedía.
Nunca lo pidió.
—Cuando muera, mis amigos quizás escriban en mi tumba: «Aquí yace un soñador», y mis enemigos «Aquí yace un loco». Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: «Aquí yace un cobarde y traidor a sus ideas».
En su celda, lejos de su tierra, lo extrangulan, Paro cardíaco, dice el parte médico.
Eduardo Galeano – Memoria Del Fuego III. El siglo del viento.