Neruda/1 - Eduardo Galeano
Esta frase pertenece al "Soneto XVII" de Pablo Neruda. |
Estaba prohibida la entrada. Una
empalizada de madera rodeaba la casa. Allí la gente había grabado sus
mensajes al poeta. No habían dejado ni un pedacito de madera sin cubrir.
Todos le hablaban como si estuviera vivo. Con lápices o puntas de
clavos, cada cual había encontrado su manera de decirle; gracias.
Yo también encontré, sin palabras, mi
manera. Y entré sin entrar. Y en silencio estuvimos, conversando vinos
el poeta y yo, calladamente hablando de mares y amares y de alguna
pócima infalible contra la calvicie. Compartimos unos camarones al
pil-pil y un prodigioso pastel de jaibas y otras maravillas de esas que
alegran el alma y la barriga, que son como él sabe, dos nombres de la
misma cosa.
Varias veces alzamos nuestros vasos de
buen vino, y un viento salado nos golpeaba la cara, y todo fue una
ceremonia de maldición de la dictadura, aquella lanza negra clavada en
su costado, aquel dolor de la gran puta, y todo fue también una
ceremonia de celebración de la vida, bella y efímera como los altares de
flores y los amores de paso.