La yerba mate - Eduardo Galeano
Los mejores relatos y frases de Eduardo Galeano. |
La luna se moría de ganas de pisar la tierra. Quería probar las frutas y bañarse en algún río.
Gracias a las nubes, pudo bajar. Desde la
puesta del sol hasta el alba, las nubes cubrieron el cielo para que
nadie advirtiera que la luna faltaba.
Fue una maravilla la noche en la tierra.
La luna paseó por la selva del alto Paraná, conoció misteriosos aromas y
sabores y nadó largamente en el río. Un viejo labrador la salvó dos
veces. Cuando el jaguar iba a clavar sus dientes en el cuello de la
luna, el viejo degolló a la fiera con su cuchillo; y cuando la luna tuvo
hambre, la llevó a su casa. «Te ofrecemos nuestra pobreza», dijo la
mujer del labrador, y le dio unas tortillas de maíz.
A la noche siguiente, desde el cielo, la
luna se asomó a la casa de sus amigos. El viejo labrador había
construido su choza en un claro de la selva, muy lejos de las aldeas.
Allí vivía, como en un exilio, con su mujer y su hija.
La luna descubrió que en aquella casa no
quedaba nada que comer. Para ella habían sido las últimas tortillas de
maíz. Entonces iluminó el lugar con la mejor de sus luces y pidió a las
nubes que dejasen caer, alrededor de la choza, una llovizna muy
especial.
Al amanecer, en esa tierra habían brotado
unos árboles desconocidos. Entre el verde oscuro de las hojas, asomaban
las flores blancas.
Jamás murió la hija del viejo labrador.
Ella es la dueña de la yerba mate y anda por el mundo ofreciéndola a los
demás. La yerba mate despierta a los dormidos, corrige a los haraganes y
hace hermanas a las gentes que no se conocen.