El mercado - Eduardo Galeano
Los mejores relatos y frases del libro "Días y noches de amor y de guerra" de Eduardo Galeano. |
La ciruela gorda, de puro jugo que te inunda de dulzura, debe ser comida, me enseñaste, con los ojos cerrados. La ciruela remolacha, de pulpa apretada y roja, es para comer mirándola. Te gusta acariciar el durazno y desnudarlo a cuchillo y preferís que las manzanas vengan opacas para que uno pueda arrancarles el brillo con las manos. El limón te inspira respeto y las naranjas te dan risa. No hay nada más simpático que las montañas de rabanitos y nada más ridículo que el ananá, con su coraza de guerrero medieval.
Los tomates y los morrones parecen
nacidos para exhibirse panza al sol en las canastas, sensuales de
fulgores y perezas, pero en realidad los tomates empiezan a vivir su
vida cuando se mezclan con el orégano, la sal y el aceite, y los
morrones no encuentran su destino hasta que el calor del horno les deja
en carne viva y las bocas nuestras los muerden con ganas.
Las especias forman, en el mercado, un
mundo aparte. No hay carne que no se excite y eche jugos, carne de vaca o
de pez, de cerdo o de cordero, cuando la penetran las especias.
Nosotros tenemos siempre presente que de no haber sido por las especias
no hubiéramos nacido en América y nos hubiera faltado magia en la mesa y
en los sueños. Al fin y al cabo, fueron ellas las que empujaron a
Cristóbal Colón y a Simbad el Marino.
Las hojitas de laurel tienen una linda
manera de quebrarse en tu mano antes de caer suavemente sobre la carne
asada o los ravioles. Te gustan mucho el romero y la verbena, la nuez
moscada, la albahaca y la canela, pero nunca sabrás si es por los
aromas, los sabores o los nombres. El perejil, especia de los pobres,
lleva una ventaja sobre todas las demás: es la única que llega al plato
verde y viva y húmeda de gotitas frescas.