Pelé - Eduardo Galeano
 Dos clubes británicos disputaban el 
último partido del campeonato. No  faltaba mucho para el pitazo final, y
 seguían empatados, cuando un  jugador chocó con otro y cayó 
despatarrado al piso. Una camilla
 lo  retiró de la cancha y en un santiamén todo el equipo médico puso 
manos a  la obra, pero el desmayado no reaccionaba.
 
 Pasaban los minutos,  los siglos, y el entrenador se estaba tragando el
 reloj con agujas y  todo. Ya había hecho los cambios reglamentarios. 
Sus muchachos, diez  contra once, se defendían como podían, pero no era 
mucho lo que podían.
  La derrota se veía venir, cuando de pronto el médico corrió hacía el entrenador y le anunció eufórico:
  -¡Lo logramos! ¡Está despertando!
  Y en voz baja, agregó:
  -Pero no sabe quién es.
  El entrenador se acercó al jugador, que balbuceaba incoherencias mientras intentaba levantarse, y al oído le informó:
  -Tú eres Pelé.
  Ganarón cinco a cero.
  Hace años escuché, en Londres, esta mentira que decía la verdad.

 
 
