Las peras del olmo - Eduardo Galeano
Los mejores relatos y frases de Eduardo Galeano. |
Alain Giresse formó, junto
a Platini, Tigana y Genghini, la más espectacular línea media del
Mundial del 82 y de toda la historia del fútbol francés. En la pantalla
del televisor, Giresse era tan chiquito que siempre parecía que estaba
lejos.
El húngaro Puskas era retacón y gordo,
como el alemán Seeler. Eran jugadores de físico frágil el holandés
Cruyff y el italiano Gianni Rivera. Pelé tenía pie plano, como Néstor
Rossi, el sólido centrocampista argentino. El brasileño Rivelino
registraba el peor rendimiento en el test de Cooper, pero en la
cancha no había quien le diera captura, y su compatriota Sócrates tenía
cuerpo de garza, altas piernas flaquísimas y pies pequeños que se
cansaban fácil, pero era un maestro del taquito, y se daba el lujo de
convertir penales con el talón.
Se equivocan feo quienes creen que las
medidas físicas y los índices de velocidad y de fuerza determinan la
eficacia de un jugador de fútbol, como se equivocan feo quienes creen
que los test de inteligencia tienen algo que ver con el talento o que
existe alguna relación entre el tamaño del pene y el placer sexual. Los
buenos jugadores de fútbol pueden no ser titanes tallados por Miguel
Ángel, ni mucho menos. En el fútbol, la habilidad es más determinante
que las condiciones atléticas, y en muchos casos la habilidad consiste
en el arte de convertir las limitaciones en virtudes.
El colombiano Carlos Valderrama tiene los
pies torcidos, y la chuequera le sirve para esconder mejor la pelota.
Lo mismo ocurría con los pies chuecos de Garrincha. ¿Dónde está la
pelota? ¿En la oreja? ¿Dentro del zapato? ¿Dónde se ha ido? El uruguayo Cococho Álvarez,
que caminaba cojeando, tenía un pie apuntando al otro, y fue uno de los
pocos defensas que pudo controlar a Pelé sin golpearlo.
Fueron dos petizos más bien gorditos,
Romario y Maradona, las estrellas del Mundial 94.Y tienen esa misma
estatura dos atacantes uruguayos que triunfaron en Italia en estos
últimos años, Ruben Sosa y Carlos Aguilera. Gracias a su minúsculo
tamaño, el brasileño Leônidas, el inglés Kevin Keegan, el irlandés
George Best y el danés Allan Simonsen, llamado la Pulga,
conseguían escurrirse a través de las defensas impenetrables y se
zafaban fácilmente de los zagueros grandotes, que les daban con todo
pero no conseguían pararlos. También había sido chiquito pero blindado
Félix Loustau, el puntero izquierdo de la Máquina de River Plate, y lo llamaban el Ventilador
porque era el que daba aire al resto del cuadro, haciéndose perseguir
por los rivales. Los hombres de Liliput pueden cambiar de ritmo, y
acelerar bruscamente, sin que se les derrumbe el alto edificio del
cuerpo.