El mono que quiso ser escritor satírico - Augusto Monterroso
Los mejores cuentos, fábulas y frases de Augusto Monterroso. |
En la selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico.
Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor
satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a
ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban
distraídos con la copa en la mano.
Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los
otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el
arte de ser mejor recibido aún.
No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba
era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las
Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por
contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o
doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con
el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla
en sus sátiras.
Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto
conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.
Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se
fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se
reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le
ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los
animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y
especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por
suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.
Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la
Serpiente, quien por diferentes medios -auxiliares en realidad de su
arte adulatorio- lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos,
sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se
sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.
Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en
la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién;
pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se
ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que
egoísta no hacia más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió
de hacerlo.
Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló
su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día
inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido
que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.
Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los
defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues
todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.
En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por
la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo
es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo
recibieron tan bien ni con tanto gusto.