Se busca - Eduardo Galeano
Los mejores relatos y frases de Eduardo Galeano. |
Los niños de su país no aprenden su nombre en las escuelas. Los diarios de su país no hablan de él. Ningún presidente de su país lo ha mencionado nunca en un discurso, ni tampoco un ministro, ni un diputado, ni un concejal de municipio. No ha recibido ningún premio oficial. Nunca fue condecorado. La Academia Argentina de las Letras no ha presentado su candidatura al Nobel, ni al Cervantes, ni a nada. Jamás ha sido visto en recepciones, vernissages, lanzamientos, inauguraciones, homenajes, ni en otros acontecimientos de la vida cultural. Nunca figuró en la lista de best-sellers. En ningún aeropuerto fue recibido en el salón reservado a las very important persons. Ningún embajador de su país se ha ocupado de él, como no sea para denunciarlo.
Es el mejor de los poetas argentinos y
una de las más altas voces de la poesía de lengua castellana. Se llama
Juan Gelman. Está prófugo de la justicia.
El proceso y sus pretextos
El jueves 12 de marzo, la Jefatura de Policía informó oficialmente
que Juan Gelman ha sido procesado por violación del artículo 210 del
Código Penal, que castiga la asociación ilícita. La causa lleva el
número 5148. Desde mediados de 1985, hay orden de captura. El 10 de
febrero de 1986, el reo fue declarado en rebeldía.
A finales del año pasado, la Ley de Punto Final legalizó los crímenes de la dictadura argentina. Después, los mejores jueces, que no se han achicado ante la prepotencia militar, han llevado la dignidad del poder civil mucho más allá de los límites previstos por el gobierno. Pero otros jueces, en cambio, siguen fieles a los generales a quienes antes servían. Miguel Guillermo Pons, uno de los jueces nombrados por la dictadura, de intensa actuación durante el terror, es el que ha procesado a Juan. Poco antes, los asesinos del hijo y de la nuera de Juan habían sido legalmente amnistiados, como otros miles de verdugos de uniforme.
(…)A finales del año pasado, la Ley de Punto Final legalizó los crímenes de la dictadura argentina. Después, los mejores jueces, que no se han achicado ante la prepotencia militar, han llevado la dignidad del poder civil mucho más allá de los límites previstos por el gobierno. Pero otros jueces, en cambio, siguen fieles a los generales a quienes antes servían. Miguel Guillermo Pons, uno de los jueces nombrados por la dictadura, de intensa actuación durante el terror, es el que ha procesado a Juan. Poco antes, los asesinos del hijo y de la nuera de Juan habían sido legalmente amnistiados, como otros miles de verdugos de uniforme.
Una bomba para Le Monde
La verdad es que Juan tiene la culpa de
ser civil, lo que ya resulta grave, y para peor, poeta, y por si fuera
poco, poeta que canta a los libres y a los rebotados, y para
completarla: uno de los más activos denunciadores de la dictadura
militar. Él fue quien con siguió, a mediados del 76, las firmas de las
grandes figuras políticas europeas para un manifiesto que se publicó en Le Monde, y
que fue la primera expresión importante de repudio a la dictadura en el
plano internacional. La publicación provocó una violenta urticaria a
los generales y a unos cuantos intelectuales y políticos que por
entonces los acompañaban con entusiasmo. Por testimonio de los raros
sobrevivientes, se sabe que desde entonces la foto de Juan se exhibía en
las paredes de los cuarteles que sirvieron de campos de exterminio. Él
era uno de los más malos entre los malos argentinos que desprestigiaban a
la patria en el exterior. Cuando el manifiesto se publicó, un oficial
de la Marina, el Tigre Acosta, anunció a gritos que iba a volar con una buena bomba la sede de Le Monde en París. No le autorizaron el viaje.
La incesante pesadilla
De todos los que hace 15 años formamos en Buenos Aires el viejo equipo de la revistaCrisis, a
Juan le tocó lo peor. Peor que la muerte: lo fueron a buscar a la casa,
y como no le encontraron, se llevaron al hijo y a la compañera del
hijo, que estaba embarazada. Se los llevaron en lugar de él, y
los desaparecieron. Técnica de las desapariciones, arte del
crimen sin cadáver. La ley que absuelve a la gran mayoría de quienes
aplicaron, en escala jamás vista, este siniestro instrumento de la
guerra sucia, aclara, en su artículo sexto, que la amnistía no comprende a las acciones civiles.
Juan ya no podría llevar adelante ningún proceso legal contra los
asesinos de su hijo y de su nuera, aunque alguna vez llegara a
identificarlos y pudiera reunir las pruebas. En cambio, podría
entablarles juicio porque durante el secuestro le rompieron el baño de
la casa.
(…) Por todo eso lo odian quienes lo
odian, pero sobre todo lo odian porque los poemas de Juan cometen el
imperdonable crimen de casar a la justicia con la belleza. Juan celebra
esa unión peligrosa y fecunda, la voluntad de justicia y la voluntad de
belleza abrazándose y haciéndose el amor, y por eso genera malestar.
Está fuera de onda. Está fuera de la realidad. Ahora es el tiempo de los
neutrales. Elegir se considera de mal gusto; se cultiva la
equidistancia con helado cinismo. El oficio de escribir se considera
decoroso cuando se practica como coartada de quienes se avergüenzan de
toda emoción y se arrepienten de toda pasión. El miedo, miedo de vivir,
miedo de darse, miedo de jugarse y perder, se disfraza de realismo.
Hombre jugado, hombre quemado. Realistas son los que desisten; marcianos
los que resisten.
Pero ocurre que este marciano es el gran
poeta de Buenos Aires. A esa ciudad, la ciudad donde nació, le cantó
como nadie, y ahora el poeta está solo de ella, ahora ella se parece a
la palabra nunca.
(1987)
Los mejores poemas y frases de Juan Gelman. |